lunes, 22 de febrero de 2016

Pedaleando por Collserola

No sé que tiene la bici pero es adictiva, vamos que me causa más adicción que salir a correr; no sé si será porque como es algo a lo que estoy aficionado desde bien pequeño o que, pero cada vez que cojo la bici quiero más; y eso que cuando voy subiendo las rampas de alto porcentaje voy sufriendo y casi ni puedo tirar, pero luego a la que se corona y se ven esas vistan tan preciosas, la satisfacción que entra por todo el cuerpo porque se ha conseguido llegar a la cima, tardando más o menos, pero se ha llegado... y como no, después de la subida toca la bajada. Pero bueno voy a ir contando la jornada ciclista por orden para así no liarme y ser coherente.

El día amaneció soleado, cosa que para un ciclista se agradece (o al menos que no haya viento), pero prontro se me empezarían a torcer las cosas cuando a las 8 de la mañana, a punto que estaba de sacar la bici de la habitación me encuentro la rueda delantera totalmente desinchada; claro, la noche anterior había estado trasteando con la rueda porque la válvula no la tenía bien encajada, y seguramente que le haría algún pellizco pinchándola. Suerte que por casa tenía una recámara de repuesto y le cambié la rueda; pero entre desmontar la rueda, sacar la recámara, poner la recámara nueva, hinchar la rueda y montarla de nuevo me llevó media hora, además de verme obligado a hacer una parada en la gasolinera para ponerle la presión correcta. Pero aquí no se acabaron los improvistos, ya que cuando estaba bajando la bici por las escaleras me doy cuenta que me he olvidado los guantes, y con la rasca como que no es muy conveniente ir sin guantes. Así que me tocó coger el ascensor en el tercero y subir hasta el quinto. Esta vez decidí bajar por el ascensor con la bici; pero nada más tocar la calle me doy cuenta que me he dejado en casa la mochila con el agua y la mancha. Otra vez para arriba... estaba ya a punto de desistir, pero si el resfriado y la mucosidad no me lo estaban impidiendo, menos me lo impediría un par de despistes. Con lo que una vez ya en la calle, habituándome al frío y habiendo comprobado la presión de las ruedas ya podía echarme tranquilamente a pedalear y a trazar los más de 31 kilómetros de recorrido.

El recorrido se puede dividir en seis partes más o menos, la subida a Sant Pere Màrtir, la bajada al pantano de Vallvidrera, la subida al Tibidabo, la bajada a la carretera de les Aigües, la mítica y conocidísima carretera de les Aigües, y la bajada final hasta casa.

El primer tramo hasta más o menos el paso bajo la B-23 se puede hacer llevadero aún con plato grande y tercer o cuarto piñón, pero a partir de ahí viene una larga subida recta que parece que se hace interminable y es bastante rompepiernas, porque no es lo suficientemente dura para bajar al plato mediano, pero con el plato grande y yendo entre el cuarto o quinto piñón se hace durilla. Pero a la que se acaba esta subida, y después de un falso llano de 50 metros comienza la subida fuerte hasta el inicio de la carretera de les Aigües, aquí ya es obligatorio poner el plato mediano y poco a poco los piñones van subiendo hasta llegar a los 150 últimos metros, que son mortales, viéndome obligado a subir hasta el octavo y último piñón y estar a punto de poner el molinillo en marcha bajando hasta el plato pequeño. Por suerte ese momento no llega y después de esta subida, luego cualquier subidilla se hace con los ojos cerrados. Así que después del primer kilómetro por la carretera de les Aigües está el desvío para subir a Sant Pere Màrtir (o popularmente conocido como la Emisora). En ese punto ya es subida constante, con lo que ahora sí que puedo decir que soy un Carlos Sastre, ya que yo a mi ritmo, sin forzarme demasiado y cuando tuviese que llegar llegaría. Eso sí a la que se coronan los un poco más de 384 metros, habiendo hecho un desnivel 374 metros y una pendiente media del 5,06% es bastante gratificante. Y más aún pensando en que viene una bajada brutal de unos 200 metros.

Esos 200 metros de bajada brutal no tuve narices a hacerla sin frenar, hasta que la bajada no se suavizó no empecé a soltar frenos. He de decir que este tramo en sentido contrario, de todas las veces que lo he intentado nunca he sido capaz de subir toda la rampa encima de la bici, siempre me he tenido que acabar bajando. A partir de este punto y hasta llegar a Vallvidrera y aunque el desnivel sea negativo, es un tramo un poco rompepiernas con continuas subidas y bajadas en el que hay que jugar mucho con los piñones para no tener la sensación de efecto molinillo de ir pedaleando muy deprisa. También he de decir que estas constantes subidas y bajadas son agotadoras, y en esos momentos por mi mente se venía el duatlón, otra vez pensando en la dosificación y que en el trazado de Sant Celoni hay un tramo así y además con desnivel positivo, con lo que el agotamiento será mayor, y más aún habiendo hecho cinco kilómetros corriendo; por eso la importancia de saberse dosificar bien.

Una vez en Vallvidrera ya tocaba bajar al pantano y este tramo me encantó, porque una vez se acaba el asfalto comienza una pista, hasta un punto en el que se acentúa la bajada y se deja la pista y se pasa a un camino que es casi más trialera que pista y bastante sinuoso. Es en esos momentos cuando me doy cuenta de por qué me gusta tanto la bici, disfrutando de un buen descenso por la naturaleza, aunque la mente me hace una mala pasadilla pensando "¿y si me sale ahora un jabalí? Porqué en Collserola hay muchos jabalís?"... por suerte no me salió ninguno y ya llegaba a la explanada que daba paso al pantano, eso sí toda helada y la rasca que hacía; con decir que la pasarela de la presa estaba helada.

Es curioso, pero se estaba mucho mejor arriba en el Tibidabo, dándome el solecito, que abajo en el pantano donde el sol no daba por ninguna parte y estaba todo helado. He de decir que todo lo que disfruté en la bajada, luego empecé a sentir el gélido frío y la humedad de la zona pasándolo bastante mal, sobretodo en los dedos de los pies, ya que las botas de la bici no es que abriguen mucho y menos aún llevando calcetines tobilleros; pero bueno, a medida que iba volviendo a subir hacia Vallvidrera y el sol me iba tocando ya fui entrando en calor. Eso sí, el primer tramo de subida desde el pantano hasta la pista principal fue muy duro, pero aquí estaban mis piernas para subir. Luego, después de unos cuantos metros por la pista ya se entra de nuevo en Vallvidrera y el camino es asfaltado hasta llegar al Tibidabo, vamos unos 244,5 metros de desnivel positivo y una pendiente media del 7,61%. Pero ningún problema, porque esta subida me la he hecho ya unas cuantas veces, y yo a mi ritmo y con la tranquilidad disfrutando del paisaje; habría disfrutado más si en lugar de carretera hubiese sido pista forestal para así evitar los coches. Al menos, por suerte los coches que suben respetan bastante a los ciclistas.

La subida se hace en un principio bastante fácil y cómoda, pero la cosa se agraba si se quiere subir al Tibidabo por donde está la torre de Collserola. Hay que decir que son dos caminos los que suben hacia el Tibidabo; uno que es rodeando todo el parque de atracciones, donde la subida es más suave y el otro que es por donde esta la torre de Collserola y el aparcamiento del parque de atracciones, donde ya el principio es bien duro, pero los últimos metros son mortales. Evidentemente, como yo soy un masoca, decidí tirar por el camino corto y sufrir las fuertes rampas finales, que para un ciclista profesional es pan comido, pero para un aficionado como yo se hace muy cuesta arriba. Pero como ya he dicho antes todos los males se van cuando se consiguen coronar los 507 metros por encima del niel del mar. Entra un estado de satisfacción tremendo, un gusto haber conseguido el reto, además el sol de invierno calentandome la cara y a mis pies toda la ciudad de Barcelona. Vamos algo inexplicable, no es tanto como acabar una maratón, pero el grado de satisfacción ya es bastante grande. Ya no me quedaba más que bajar a la carretera de les Aigües, hacerla entera y luego descender tranquilamente hasta casa.

La bajada a la carretera de les Aigües también fue bastante divertida, porque a la que me metí por los caminos de tierra y piedras mientras veía que la gente subía costándole, yo iba descendiendo casi sin frenar por los baches pero pasándomelo en grande. Claro, a parte de coger forma subiendo, también hay que mejorar el descenso, porque aunque vaya a disfrutar, no deja de ser una competición, y si en el descenso puedo arañar unos cuantos segundos mejor que mejor; pero como digo, mi intención es acabarla y saberme dosificar, ya va a ser mi primer duatlón y no sé muy bien aún como afrontarlo. Pero pasármelo bien me lo pasaré. Eso sí, al llegar a la carretera de les Aigües y hacer los casi 9 kilómetros, el cansancio se iba notando un poco en las piernas; así que me marqué una frecuencia de pedaleo cómoda y hacer el tramo de transición mientras mi cabeza seguía pensando en cómo afrontar correr y pedalear sin cansarme en exceso para dar la talla. Si el viernes voy al trabajo con la bici, luego lo más seguro que haga esta misma ruta pero invertida y al llegar a casa me ponga a correr un poco para ver las sensaciones, y así saber como ir afrontando el tema.

Una vez finalizada la carretera de les Aigües me tocaba lo más fácil de todo, descender hasta casa; así que no hice otra cosa que dejarme llevar y bajar con la inercia. Eso sí aprovechando también los pasos elevados (estos para que los coches no corran) para ir dando saltitos con la bici; y en algún tramo recto de bajada envalarme un poco para disfrutar del aire en mi cara. Vamos, que estoy esperando como loco ese 10 de abril para darlo todo en el que será mi primer duatlón.



Saludos y a dejarse llevar por las piernas.

jueves, 18 de febrero de 2016

Nos ponemos a correr?... o a pedalear?... y por qué no ambas cosas?

Este título ya lo dice todo, correr y pedalear. Así es, este era uno de los dos retos que tenía planeado, hacer una duatlón. Mi idea era hacer un triatlón, pero he de reconocer que soy un pésimo nadador; no soy capaz de hacer más de 100 metros sin agotarme, o sin tener que hacer una pausa para descansar un poco, además que nadar no es precisamente una de mis pasiones, y menos en el mar; vamos, que yo quiero pisar tierra firme y el agua para los patos, jeje.

Así que como no me gusta nadar, pero coger la bici y salir a correr sí que me gusta, pues que mejor que hacer un duatlón; y más aún si el sector de la bici es para btt (vamos por la montaña). He de decir que mi afición por la bici es de siempre; ya con mis tres añitos sabía montar en bici y además por una urbanización en la sierra del Montnegre (entre Sant Celoni y Arenys de Mar, Canet de Mar y Sant Pol de Mar), con lo que mi afición por la montaña nació ahí; y cuando a mis 13 años tuve mi primera mountan bike (hasta entonces había tenido la típica bici de un plato y un piñón y me tocaba subir las rampas haciendo eses) aproveché para adentrarme más aún por la montaña, haciendo subidas casi imposibles porque luego venía la bajada. Vamos, que realmente fue a partir de los 13 años cuando me aficioné en serio a esto de la bici, pero nunca hasta el momento me había apuntado a una cursa ciclista algo seria (hasta el momento habían sido pedaladas populares). Mientras tanto algún sábado o domingo iba saliendo con mi bici por el Montseny, Collserola, Montnegre y hasta Montserrat con descenso accidentado.

Claro, desde que comencé a aficionarme a esto de salir a correr, la bici la habré cogido en contadas ocasiones, y ya cuando me estuve preparando para las maratones entonces la bici ya la tenía olvidada del todo. Así que una motivación para coger la bici (con la excusa de que me tengo que preparar) era apuntarme a alguna cosa de estas, y que mejor que un duatlón. El duatlón de Sant Celoni consta de tres sectores, hacer primeramente 5 kilómetros corriendo por las medianías del pueblo (vamos un trazado de lo más sencillo para mi); luego un trazado de 18,5 kilómetros en bici por un tramo montañoso (me centraré en este sector, ya que los sectores de correr son muy cortos y no tienen gran dificultad, además que es algo que llevo muchas entradas hablando del running); y por último un tramo de 2,5 kilómetros corriendo. Vamos, pasar un domingo a lo grande haciendo lo que más me gusta. Porque una cosa sí que tengo clara, es mi primer duatlón y mi objetivo es acabarlo, disfrutarlo y sobretodo saberme dosificar bien las fuerzas para que las piernas me respondan como tienen que responder; porque sí, habré hecho dos maratones y cuatro medias maratones, pero ahí se queda la cosa, ya que a las piernas se les acostumbra a hacer un movimiento, pero al cambiar de correr a ir en bici el movimiento es totalmente distinto y lo mismo ocurre cuando se deja la bici y se echa a correr. Cuando iba al gimnasio ya hice bici (como una hora) y luego me puse a correr en la cinta y lo que me llegó costar a adaptarme a correr; así que prefiero ir suave para afrontar el tramo final fuerte. Aunque me da miedo que piense que correr es poco trozo y me envale y luego las piernas no me respondan con la bici en el tramo de subida, porque es lo que he contado que hacer una sola cosa sí, lo que me echen, ya que con la bici he llegado a hacer 50 kilómetros por la montaña, o estar cinco horas perdido por Collserola (eso ya lo contaré en otra entrada), pero claro, es solo ir en bici, ¿pero correr y bici? Supongo que algún día aprovecharé para hacer las dos cosas para ver como tiene que ser la dosificación. Para correr no seguiré ningún plan de entrenamiento concreto; voy saliendo tres o cuatro veces por semana a correr (esta semana no he podido salir porque voy arrastrando un catarro) y sin mucho misterio más. Y con la bici voy aprovechando los fines de semana para escaparme. De moemento he aprovechado para hacer dos salidas.

La primera salida fue hasta la playa del Prat por el delta del Llobregat (mítico recorrido que hacía en mis tiradas largas de preparación para la maratón), fueron más o menos 30 kilómetros. Claro, después de no sé cuanto tiempo sin coger la bici preferí ir por lo llano para ver como me respondían las piernas. Al contrario que cuando llevo tiempo sin correr y me pongo a correr me cuesta, con la bici no me pasa eso, ya puedo pegarme un montón de tiempo sin subirme a una bici, que cuando me vuelvo a subir casi ni he perdido la forma, tampoco voy el primer día a hacerme una etapa de montaña, pero 30 kilometros en llano está bastante bien. Las piernas me respondieron muy bien, y lo mejor de todo, que lo que me llegaba a motivar al hacer el mismo recorrido que corriendo en mucho menos tiempo y sin agobiarme. Tampoco lo hice todo del tirón, porque con la bici siempre me ha gustado pararme en algún punto a contemplar el paisaje y hacer la foto de rigor, pero vamos, que son sólo cinco minutillos y luego a seguir con mi ruta.

En la segunda salida por el contrario, ya preferí comenzar a tocar la montaña, como ir para Collserola era un poco lejos, preferí ir a un sitio más cercano como subir a la ermita de San Ramón en el municipio de Sant Boi, en total un recorrido de unos 26 o 27 kilómetros, pero eso sí con algo más de tres kilómetros ya de subida con un desnivel de 246 metros y una pendiente media del 7,57%. Con lo que ya era un buen entrenamiento para ver como respondía mi cuerpo en la subida. La verdad es que me lo pasé en grande haciendo la ascensión a San Ramón, ya que la primera rampa es mortal, luego se suaviza la cosa con un falso llano, y se encara el tramo de subida a la ermita con las subidas y las curvas cerradas, que ya es subida constante hasta que se corona la ermita en la que las vistas son preciosas. En mi caso con la bici soy masoca, porque me gustan estos retos de subidas fuertes, que aunque sufra y tenga que ir subiendo piñones con mucha rapideza, a la que corono me entra un bienestar, y sólo pensar que luego toca bajar disfruto más aún. Así que mi impresión fue buena, iba a mi ritmo sin exigirme más de la cuenta y por la cabeza pensando en el duatlón y que la dosificación será lo más importante de todo; si en una maratón lo más importante es tener bien la cabeza, en un duatlón pienso que es la dosificación. En esta subida hubo una cosa que me sorprendió, me pasaron algunos ciclistas, pero hubo uno que en plena subida parecía como si rodase en llano, que manera de subir.


Esas han sido de momento mis dos salidas, la próxima lo más seguro que ya sea subir hacia Collserola por Sant Pere Màrtir, bajar al pantano de Vallvidrera, subir al Tibidabo, bajar hacia la carretera de les Aigües (mi trazado favorito para correr) y volver para casa; pero eso ya lo explicaré en la próxima entrada. Ahora voy a centrarme en explicar un poco por encima el recorrido en bici del duatlón del próximo 10 de abril. A partir del recorrido que me descargué en Wikiloc y gracias a una base topográfica descargada del Institut Cartogràfic de Catalunya (ICC) he podido sacar el perfil de esos 18,5 kilómetros.


El tramo de bici se puede dividir en cuatro partes. En el tramo inicial (los primeros 1800 metros) discurren por una zona llana para ir calentando las piernas. A partir de este punto empieza lo divertido, que a la vez es el tramo más duro y donde casi se alcanza la cota máxima; vamos una subida hasta el kilómetro aproximado 4,350 y llegando a la cota 322,533. A partir de ahí viene una de las dos transiciones, que es un tramo rompepiernas con subidas y bajadas que va hasta el kilómetro 9,800 que aunque se llegue a la cota 321,831 realmente se baja y se sube bastante. A mi criterio este es el peor tramo, ya que hay que dosificarse bastante bien para no desgastar mucho las piernas, ya que después de la bici toca correr otro tramito más, que aunque sólo sean 2,5 kilómetros hay que hacerlos. El tercer tramo, que es la segunda transición, es algo más llano, pero no deja de ser montaña, así que las subidas y bajadas se continuaran sucediendo. Este tercer tramo llega hasta aproximadamente el kilómetro 11,5 coronando la cota máxima del recorrido que es la 330,370. A partir de este punto ya será dejarse llevar con la bajada de 7 kilómetros hasta hacer el cambio de bici por las zapatillas de correr, vamos el tramo más divertido y viendo que casi todo el trazado transcurre por pista forestal podré lanzarme montaña abajo y disfrutar bien el descenso.

Esta vez no voy a escribir en el blog a diario, sino que solamente lo utilizaré para explicar mis salidas en bici, por donde he ido, hacer la foto de rigor con mi playmobil del hospi y comentar como ha ido y si he visto alguna cosa curiosa.

Saludos y a dejarse llevar por las piernas.